Dentro de los síntomas motores encontramos: temblor en reposo, marcha lenta y arrastrando los pies, que compensan con una marcha festinante (pasos rápidos, con el cuerpo inclinado hacia adelante como persiguiendo su centro de gravedad), bradicinesia (pérdida del movimiento de balanceo de los brazos al caminar), rigidez, inestabilidad postural (alteración de la postura y equilibrio).
Entre los síntomas no motores, podemos citar: estreñimiento, alteraciones de la micción, alteraciones del sueño (insomnio, sueño fragmentado y somnolencia diurna), trastornos afectivos, ansiedad, depresión, alteraciones en el estado cognitivo, inexpresividad de la cara, dolores y parestesias.
¿Cómo puede ayudar la fisioterapia en la EP?
El éxito del tratamiento dependerá tanto de la precocidad a la hora de implantarlo, como de su mantenimiento a largo plazo.
La fisioterapia ayuda a mantener y mejorar el recorrido articular, previniendo las rigideces articulares, evita la atrofia y debilidad muscular, aumentando la flexibilidad. Mejora tanto el habla (con la realización de ejercicios de mímica) como el patrón respiratorio.
Realiza un trabajo importante en la reeducación del equilibrio y marcha, dándole al paciente estrategias para salir de los bloqueos de la marcha.
Así mismo fomenta la autonomía e independencia del paciente para la realización de las actividades de la vida diaria, mejorando las relaciones interpersonales a través de la realización de actividades grupales, con un aumento de la autoestima.
Todo ello ayuda a prevenir posibles caídas.
¿De qué herramientas de tratamiento disponemos desde la fisioterapia para trabajar con los pacientes de EP?
Podemos realizar tanto tratamientos individuales como grupales.
Dentro de estos tratamientos realizamos ejercicios faciales (mímica), ejercicios de movilización de la zona cervical, miembros superiores, miembros inferiores, columna, ejercicios de psicomotricidad, coordinación, equilibrio, trabajo en piscina terapéutica, reeducación de la marcha, trabajo con las nuevas tecnologías, …